¿Cómo y para qué estás en la mesa? Mateo 26:1-5

Los motivos que tienen las personas para buscar a Dios. No todos le buscan para que sea su Señor. Pasajes del jueves de la semana de la Pascua

Mensaje Jueves Semana Santa

¿Qué estaba pasando en Jerusalén en los días que recordamos?

Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado. Entonces los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle. Pero decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo. Mateo 26:1-5

Aquellos eran días de fiesta. Todo el pueblo se preparaba para una de las fiestas sagradas más importantes. Josefo, un historiador de los tiempos de Jesús, escribió que en una pascua normal, llegaban alrededor de 2.500.000 de judíos a Jerusalén. Por eso no querían matarlo en épocas de fiesta. Entre aquella muchedumbre habían muchos simpatizantes con Jesús.

La Pascua era el recuerdo de cuando Dios envió el ángel de la muerte a Egipto y pasó de largo por sobre las casas de los israelitas, pero de los egipcios, aún del ganado, murió todo primogénito.

Eran días de fiesta pero todo el ambiente estaba cargado de recuerdos de muerte.

Y los líderes religiosos estaban planeando una muerte, una muerte por engaño. Y se sentaron en sus propias mesas, en sus propias reuniones, para planear cómo eliminar a Jesús de sus vidas.

No querían perder su prestigio ni su poder ni sus conveniencias económicas. No estaban protegiendo la ley, estaban protegiendo su estilo de vida. En ningún momento analizaron si no sería verdaderamente aquel hombre el Mesías. Y se llenaron de crueldad y Jesús lo sabía.

Y necesitaban hacerlo mediante engaño para no ponerse al pueblo en su contra. ¡Le temían al pueblo pero no a Dios!

Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. Mateo 26:6-12

Pero aún tenía amigos. Estaba en la casa de uno de ellos, Simón, alguien que en un tiempo había sido leproso, y casi seguro había recibido sanidad por un milagro de Jesús. Simón no se había olvidado del bien recibido y en vísperas a la pascua, le invitó a comer junto con sus discípulos.

Un leproso generalmente lo perdía todo durante su enfermedad, no sabemos cuánto había perdido Simón, pero sí vemos todas las áreas que abarca una restauración de Dios.

Simón recibió sanidad.

Simón recuperó una vida de bienestar que podía invitar a un mínimo de 13 personas a cenar.

Y Simón volvió a vivir en sociedad y tener amigos.

Esa es la forma de obrar de Dios cuando somos sinceros con Él.

Y mientras comían llegó una mujer que derramó sobre sus pies un perfume muy caro.

Tan caro como el salario de un año de un obrero común.

Si lo comparamos con nuestros días, ese perfume costaba unos $144.000.

Nadie entendía lo que pasaba. Bueno, nadie no, Jesús sí lo entendía, sí lo sabía.

En aquella casa se respiraba amor y entrega hacia el maestro. En aquella casa había gente que le amaba, pero no todos.

Mientras que parte de sus discípulos, Marcos dice “algunos”, no dice que sólo haya sido Judas, pensaron que aquello era un gasto innecesario que era tirar la plata y critican la acción de la mujer; Jesús les dice literalmente que ella está preparando su cuerpo para la sepultura.

Pero siguen sin entender. Jesús era completamente consciente de lo que venía, sabía exactamente cómo iba a ocurrir y estaba dispuesto. Tal vez los únicos que estaban entendiendo la disposición a morir en Jesús, eran Judas y la mujer que ungía los pies de Jesús (los pies sólo se ungían a los cadáveres).

Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle. Mateo 26:14-16

Judas sabía que los principales sacerdotes querían matar a Jesús. Sabía que ellos encontrarían el modo de lograrlo y él no estaba dispuesto a perder una oportunidad de beneficiarse económicamente.

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