Es un material radioactivo que puede medir el tiempo de los fósiles.
En la ionósfera el Nitrógeno 14 –formado por 7 protones y 7 neutrones- (N14) se convierte en Carbono 14 –formado por 6 protones y 8 neutrones- (C14) por la acción de los rayos cósmicos del sol que hace que el N14 expulse un protón y se le agregue un neutrón. Así se produce una gran cantidad de C14 que al mezclarse con el Oxígeno (O) forma el Dióxido de Carbono (CO2) y de esta forma llega a nuestra atmósfera y es usado por toda la naturaleza.
Por ejemplo, los vegetales usan el CO2 para la fotosíntesis. Ahí el C14 es integrado por las plantas y luego pasa a los animales y al hombre que consumen esas plantas. Así es que el C14 termina en todos los organismos vivos.
El C14 también está presente en el aire que respiramos. Es así que el C14 se fija en todos los seres vivos en un nivel llamado “nivel de saturación” que es similar en todos los seres vivos.
La concentración de C14 en el ser que muere es igual a la de su medio ambiente, porque el C14 está en equilibrio con el ambiente.
Cuando un ser vivo muere, deja de recibir C14 pues este llegaba por respiración o alimentación. El nivel de C14 presente en ese ser vivo al morir, comienza a desintegrarse, porque es radioactivo, y a medida que transcurre el tiempo los niveles de C14 van desapareciendo.
El C14 es como un reloj que comienza a funcionar cuando el ser vivo muere. El residuo de C14 en el ser muerto es lo que revela cuánto tiempo lleva de muerto.
A medida que el C14 se degrada se comienza a transformar en N14. Esta degradación revela que a los 5330 años hay una mitad de los isótopos del C14.
El máximo de tiempo que el C14 permanece después de muerto el ser vivo son 57.300 años por lo tanto, si se encuentra C14 en los fósiles y en los diamantes, estos es imposible que tengan millones de años.
El C14 desmiente los millones de años de la evolución