Cuando 37-4 no se cumple, prueba si es 37-7. Salmo 37:4 y 7

Dios es quien sabe lo que hace con nuestras vidas, aunque no lo podamos entender, aunque pareciera que es más bueno con otros que con nosotros, debemos aprender que Dios dirá que sí a lo que contribuye con su propósito a nuestras vidas, y para lo demás, nos pedirá que guardemos silencio.

¿Qué quiero decir con eso?

Estamos acostumbrados a ver las cosas de un solo modo y debido a ello no podemos ver muchas de las simples soluciones.

Y cuando nuestra mente no puede ver la solución, decidimos que es imposible, que no tiene solución.

Lo mismo ocurre con nuestra vida cristiana.

Cuando nuestra mente no puede entender los caminos por los que nos lleva Dios, decidimos abandonarle porque creemos que Él nos abandonó primero.

A veces, el peor enemigo para nuestra fe y para pasar por las dificultades que Dios permite, es nuestro propio modo de pensar.

Ahora volvamos a “Cuando no se cumple 37-4, prueba si es 37-7”, ¿pudiste descifrarlo? Es casi seguro que como no tienes ni idea de lo que significa tu mente decidió no pensarlo más.

Cuando 37-4 no se cumple, prueba si es 37-7

Vamos a ver qué es cumplirse 37-4 y qué es 37-7.

Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. 2ª Reyes 5:3

Naamán era un hombre que con sus éxitos se había transformado en importante y conocido en Siria. Aún el rey conocía sus éxitos.

Estaba preparado para desempeñarse como general.  Sabía cómo enfrentar a los enemigos, sabía plantear estrategias de guerra, era valiente, era obedecido…

Y tenía dinero.

Podríamos decir que tenía todo lo que consideramos necesario para ser felices: fama, éxito, dinero, honra, obediencia, admiración, reconocimiento…

Pero Naamán se enferma de lepra. La lepra era lo único que no estaba bajo su control, la lepra era lo que le quitaba la alegría, la capacidad de disfrutar todo lo que había logrado.

La esposa de Naamán tenía una sierva, una sierva hebrea, una muchacha hebrea. Una muchacha hebrea que aunque estaba viviendo en un país extraño y separada de su familia, no callaba quién era su Dios.

Sin importar todo lo que aconteciera, bueno o malo, aquella muchacha entendía y estaba dispuesta a que en todo Dios fuera glorificado, que sin importar a dónde Dios le llevara, todo lo que permitiera que le pasara, donde estuviera y bajo toda circunstancia, debía glorificar a Dios.

Desde esa convicción, ella presenta a Dios a Naamán, desde esa convicción se atreve a hablar.

Y no era que ella supiera que Eliseo tenía por costumbre sanar leprosos, ella sólo sabía que era alguien a quien Dios usaba, así que le sugiere a Naamán que fuera a contarle su problema a Eliseo.

Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. Lucas 4:27.

Y Dios sanó a Naamán y en Naamán se cumplió 37-4 pero en aquella muchachita no.

Ella fue valiente, obedecía a Dios, glorificaba a Dios, presentaba a Dios… pero en ella Dios no hizo milagros.

Para ella no hubo un 37-4

…Y él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37-4 (b)

Eso es 37-4.

Pero, ¿qué es 37-7?
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