La entrada triunfal de Jesús en nuestra vida. Juan 1:11-12

Todo Dios lo ha hecho y preparado para que tú y yo podamos darle el lugar que le corresponde a Jesús en nuestras vidas, el lugar de Salvador, de Señor, de Rey y que no seamos como aquellos que le adularon aquel domingo, sino los que nos sujetamos a su voluntad.

Vino al mundo que le pertenecía, pero su propia gente no lo aceptó. Pero a los que lo aceptaron y creyeron en él, les dio el derecho  de ser hijos de Dios. Juan 1:11-12 P.D.T

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; Juan 1:11-12 RV

Una multitud de personas seguía a Jesús a donde fuera.

Algunos buscaban que les sanara de sus enfermedades físicas.

Otros querían libertad política de los romanos.

Hubo de los que no encajaban en ningún lado y pensaron que con él tendrían un lugar. Estuvieron los que tenían altos ideales y se podían identificar con Él.

Estaban los rechazados por el resto de la sociedad y aquel Jesús les trataba como amigos… Muy pocos pensaron en sus necesidades espirituales eternas.

Muy pocos querían admitir que el problema más grande que tenían era la necesidad de salvación de Satanás, el pecado y el castigo por la eternidad en el infierno.

La entrada triunfal de Jesús en nuestra vida

Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá. Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron. Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron. Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino. Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Marcos 11:1-10

Jesús estaba sentado sobre el pollino de asna, e iba a Jerusalén como había dicho el profeta Zacarías. La multitud le daba la bienvenida porque veían en Él a aquel prometido por Dios que pondría fin a todas sus dificultades.

Pero casi nadie, en aquella multitud, estaba viendo a Jesús como el que podía salvarles del verdadero enemigo que tenían: Satanás. Por eso, cuando vieron que aquel hombre no estaba luchando para librarles de los romanos, le dieron la espalda, y desilusionados y llenos de rabia, y tal vez con mayor vehemencia que ese domingo de ramos, frente a Pilato gritaron “crucifícale… queremos a Barrabás”.

Todos los cantos de “Hossana”, todos los mantos, todas las palmeras del domingo sólo habían sido adulación y no adoración.

La mayoría de aquellos que tanto cantaron, danzaron, saltaron y se gozaron, sólo habían pensado en adular a un hombre que aparecía como líder. Adularlo como a los demás líderes políticos, buscando si así conseguían lo que tanto necesitaban o anhelaban, para vivir las vidas que estaban en sus mentes.

Pensaron que Él estaría feliz y lo alentarían a levantarse contra los romanos, si ellos le adulaban un rato.

Sabían que aquel hombre podía poner fin al dominio de los romanos, hacía días que andaba caminando súper bien Lázaro, el que estuvo 4 días muerto. Si había podido con la muerte, los romanos serían pan comido para él. Así que le adularon. Le cantaron. Le aplaudieron. Se mostraron como sumisos a Él.

Pero sólo había sido adulación. Y como muchas veces es adulación de nuestra parte. Porque el “hossana” se mantuvo mientras creyeron que aquel hombre haría realidad sus sueños. Al igual que muchas veces nos ocurre a nosotros.

A aquellas personas les faltaba amor por Dios y el prójimo. Sólo se amaban a sí mismos. Eran como sanguijuelas, buscaban a quien desangrar, a quien manipular, a quien dominar, a quien adular para conseguir lo que buscaban para ser felices ellos.

No lo amaban por ser el Hijo de Dios que había venido a quitar el pecado del mundo. Decían que le amaban porque Él podría darles lo que querían, tenían un amor abusivo.

Jesús lo sabía muy bien. En realidad lo sabía desde antes de la fundación del mundo. Él sabe muy bien cuando le adoramos y le alabamos porque queremos manipularlo para que cumpla nuestros anhelos.

Pero Él tenía otros planes aquella semana. Él tiene otros planes hoy.

Él iba a hacer lo que nadie podía para que todos pudiéramos volver al Padre y nos mostraría un amor eterno para que renunciáramos a las adulaciones y aprendiéramos a adorarle el resto de nuestras vidas.

Los planes eran muy antiguos. Desde antes de crear al hombre, cuando Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo deliberaban sobre la creación del hombre, cuando dijeron “hagamos”; Dios se aseguró de marcar el camino de vuelta hacia Él si el hombre decidía desobedecerle.

Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. Apocalipsis 13:8

La crucifixión de Jesús no fue una idea que surge luego del pecado del hombre. No hubo un plan B. La  muerte, la sepultura, la resurrección de Jesús eran parte del plan de la creación del hombre.

Y alguien que sabía hasta lo que haríamos aún antes de crearnos, ¿cómo no se daría cuenta cuando el hombre aparentaba adorarle mientras le adula?

… quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 2 Timoteo 1:9

Cómo salvarnos no fue un plan creado luego de que Satanás convenciera a Eva. La gracia para nosotros fue establecida por Dios aún antes de crearnos. Ni siquiera existíamos para poder pecar y Dios establecía gracia para nosotros. Y alguien que daba tanto, ¿cómo se va a conformar con una apariencia de adoración mientras le adulan?

… según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, Efesios 1:4-5

Dios planeó el sufrimiento y la muerte del Hijo antes de la fundación del mundo. Jesús quiso sufrir y morir antes de que el mundo fuera porque estábamos en el plan de Dios y sabía que podíamos pecar y quería tenernos por siempre como hijos.

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