Dios, el director de la película de nuestras vidas. Juan 11

Hay días que no estamos seguros que de verdad Dios esté dirigiendo nuestras vidas del mejor modo. Hay muchos días en que se nos ocurren mejores guiones para nuestras vidas. Pero debemos estar tranquilos, Dios sabe lo que hace. Dios hace lo mejor.

Luz, cámara, acción, son las tres palabras que usa los directores para indicar que la función ha comenzado y ya no hay marcha atrás y que cada instante desarrollado frente a las cámaras, debe ser el más parecido posible al indicado por el director, para que todo salga perfecto y no se deba repetir la toma.

Todos los involucrados cuentan con que cada uno desarrolle su papel de forma perfecta y sin querer hacerse el chistoso y arruinarlo todo.

Cuando vos y yo le decimos a Dios que queremos que Él sea el Señor de nuestras vidas, Él exclama: “¡Luz, cámara, acción!” y supuestamente nosotros en ese momento le damos la autoridad para que Él se transforme en el director, en quien da todas las pautas para desarrollar la acción y nosotros los actores que ponemos lo mejor de nosotros.

Dios, el director de la película de nuestras vidas

Y supuestamente no somos actores que se sublevan contra el director ni rezongan con el guión, somos actores que pueden cantar aquel himno que se cantaba cuando era niña:

(Diapositiva trozo himno)

“Haz lo que quieras de mí Señor, tú el alfarero, yo el barro soy, dócil y humilde anhelo ser, cúmplase siempre en mí tu querer” sin quejas, sin rezongos, sin dar nuestra propia opinión y dejando que Él decida por completo en nuestras vidas mientras nosotros vamos desarrollando nuestro mejor papel.

Solemos cantar mucho ahora: “Porque sé que estás obrando, tu perfecta voluntad, en mi vida estás obrando, tu perfecta voluntad”.

Pero no somos ese tipo de actores, somos actores que supuestamente le hemos dado el control, la dirección, hemos dejado que elija el guión y lo interprete, le hemos dado la silla del director a Dios, pero esperamos que a medida que van desarrollándose las acciones, podamos convencerle de que cambie pedazos del guión a como nos gusta, ponga los actores que nosotros queremos en escena y quite los que nos molestan… ¡Tanto queremos influir que verdaderamente no nos gusta que Dios se siente en la silla del director!

(Diapositiva silla de director)

Las partes de la acción, de la película de nuestra vida, que no nos gustan, son aquellas en las que el director deja en evidencia nuestros errores, las cosas que debemos cambiar, las cosas que debemos dejar, las cosas que otros nos hacen y nos limitan, hieren, etc.; las cosas que no merecemos y nos hacen enfrentar; los personajes que debemos hacer que desaparezcan de la escena de nuestras vidas pero los queremos pegaditos a nosotros , nos gusta su mala influencia, ellos se han ganado un lugarcito en nuestro corazón y no queremos ver que su maldad nos puede destruir; los personajes que debemos permitir que Dios saque, tal vez no por malos, tal vez perfectos con nosotros, pero a los que Dios decide quitar; los personajes que deben quedarse y nos cuesta verlos a nuestro lado porque conocen partes secretas a los demás de nuestras vidas…

Queremos que el director cambie el guión cada vez que aparece un área en la que somos débiles y no queremos reconocerlo.

Cada vez que surgen nuestras debilidades nos vestimos de una careta de fortaleza y nos sublevamos contra el director que necesita que reconozcamos nuestra debilidad:

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Pero el Señor me dijo: “Mi bondad es todo lo que necesitas, porque cuando eres débil, mi poder se hace más fuerte en ti”… 2° Corintios 12:9 (P.D.T)

Y si reconocemos esa debilidad podemos seguir avanzando por la historia de nuestras vidas con lo que Dios tiene para nosotros.

Y cada vez que permitimos que Dios quite personajes, aún aquellos que amamos, y cuando nosotros mismos nos alejamos de los actores secundarios que Dios nos va mostrando que están destruyendo nuestro papel, nos estamos acercando al fin de bien que tiene planeado para nosotros:

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…para daros el fin que esperáis. Jeremías 29:11

Cuando estamos dispuestos a reconocer nuestros errores y cambiar para no cometerlos una vez más, es que el director puede hacer avanzar la película de nuestra vida, mientras tanto estamos dando vuelta en el mismo lugar y no avanzamos.

Lo peor de todo es que cuando uno de los personajes se empecina en su error, todos los personajes que están a su alrededor están un poco o muy condicionados a caer en el mismo círculo vicioso, claro que Dios no va a permitir que eternamente exista en mi vida un personaje terco que detenga el avanzar de mi historia, por un tiempo Dios lo permitirá pero lo he comprobado muchas veces en mi propia historia, que Dios termina quitándolos de escena y pasan a formar parte de otra película. (Si no lo crees lee la historia de Abigail, es muy corta pero muy hermosa; ella era una mujer inteligente y prudente a la cual habían casado con un hombre insolente y malo, y con el paso del tiempo Dios libra a Abigail de aquel hombre y le da otra oportunidad)

Es por eso que debemos dejar que el director haga lo que quiera y como lo quiera desde que pone en marcha nuestra película y que todo lo que nosotros actuemos sea trabajar para que esa historia en la que me tocó formar parte, tenga un personaje que cumplió con excelencia su papel y los críticos, el mundo, puedan decir: ¡Qué buen trabajo el de Dios y la Betti en esta historia!

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Mi principal deseo y esperanza es no fallarle a Cristo. Espero seguir, como siempre, teniendo el valor necesario para honrar a Cristo a través de mi vida, sin importar si vivo o muero. Filipenses 1:20 (P.D.T)

Los días difíciles de nuestras vidas se hacen más largos porque no le damos todo el control a Dios, porque no tenemos el valor necesario para tomar las decisiones correctas que honren a Dios y en la película de nuestras vidas no nos pasemos metiendo la pata y haciendo cosas que el director nos ha repetido una y mil veces que no hagamos, y por nuestra terquedad hacemos pasar mal a nuestras familias y a quienes nos quieren de verdad y quieren realmente lo mejor para nuestras vidas.

Para colmo podemos ver el error de los otros actores que están a nuestro alrededor pero tenemos exactamente el mismo que criticamos y no lo podemos ver o si lo vemos, no lo queremos cambiar y seguimos equivocando nuestra actuación y seguimos perjudicando a quienes están a nuestro alrededor.

Y eso ocurre porque queremos dirigir las cosas nosotros y de la boca para afuera decimos que Dios tiene el control, pero nuestros actos no revelan lo mismo.

El autor, el director general y mínimo de cada detalle de nuestras vidas debe ser Dios. Debemos aprender a ser actores que desempeñan su papel y al hacerlo tal cual lo marca el director, somos parte de la mejor película del año y nuestra actuación merece el Óscar.

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Cuando desarrollamos bien nuestro papel, somos parte de la película que se gana todos los Óscar del cielo

Las luces no deben estar encendidas sobre mis circunstancias, sobre lo que me ocurre, sino sobre lo que glorifica a Dios.

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Hay una película en la que aprendo que cuando el director es Dios las cosas salen bien aún cuando todo está roto.

Hubo un día en que grandes amigos de Jesús sintieron que Él se equivocó de guión o que llegó tarde.

Hagamos de cuenta que no conocemos esta historia y pongámonos en el lugar de cada uno de los personajes que la componen.

Jesús tenía un lugar, una casa, una familia a la cual recurrir cada vez que necesitaba algo. Era la casa de Lázaro y sus dos hermanas, Marta y María. ¿La tuya y la mía son casas a las que Jesús puede entrar en cualquier momento del día, cualquier día de la semana? La de ellos era una casa a la que se podía entrar en cualquier momento, en la de nosotros podría entrar en cualquier momento sólo si de verdad Dios es nuestro director sino hay ratos de nuestras vidas en las que ni locos le dejaríamos entrar.

Lázaro y sus hermanas eran amigos de Jesús y siempre estaban dispuestos a ayudar a Jesús en todo lo que estuviera al alcance de sus manos. ¿Vos y yo estamos dispuestos a hacer todo lo que está al alcance de nuestras manos para hacer algo por Dios o por las personas a las que Dios tiene por amigos?

En la casa de Lázaro era tratado bien, era tratado con amor. Allí era el huésped que siempre se quiere recibir, el que nunca molesta, para el que se prepara el mejor lugar y se le dan todas las comodidades de las que se disponen. ¿Cómo lo tratas durante el día?, ¿hay horas en la que le diríamos: Déjame este ratito tranquilo que estoy mirando a Tinelli?

En la casa de Lázaro se le recibía como el mejor amigo. Era como de la familia. ¿Cuánta intimidad tienes con Jesús?, ¿qué relación has forjado con Él?, ¿es tu salvador o a quien recurres para conseguir lo que quieres?

En la casa de Lázaro se le lavaba los pies, había un plato de comida, un vaso de agua y una almohada para su cabeza. ¿Qué encuentra para Él en tu vida, en tu trabajo, en tu casa, en tu paseo?

Era tanto lo que unía a Jesús con Lázaro, que Jesús le llamaba su amigo. Es más, quienes conocían a Jesús sabían de su gran vínculo de amistad con esa familia. ¿Qué tipo de relación ven los demás que tienes con Jesús?

Era tanto el vínculo que en un solo capítulo, Juan dice tres veces que Jesús amaba a esa familia.

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Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Juan 11:3 (R.V)

Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Juan 11:5 (R.V)

Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Juan 11:36 (R.V)

Jesús amaba a Lázaro. Juan lo deja más que claro. Jesús tenía un aprecio especial por las hermanas de Lázaro, y no era por lo que ellos  siempre estuvieron dispuestos a hacer todo lo que  Él necesitaba, sino porque no había caretas en aquella relación, eran unos sinceros con el otro, no se ocultaban nada, no se falseaban uno al otro y la verdad se decía con amor, sinceridad y respeto. Eso lo podemos ver el día en que María escuchaba a Jesús, Marta le recrimina a Jesús porque su hermana no le ayudaba… ¡cuánta sinceridad había en aquella relación! ¿Cuán sinceros somos en nuestra relación con Jesús?, ¿cuán sinceros somos con los demás con nuestra relación con Jesús?

Lázaro y sus hermanas reconocían en Jesús al Hijo de Dios. Sabían que en los momentos de necesidad, en los que la fuerza del hombre no puede usarse para solucionarlos, tenían a quien recurrir: Jesús.

Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.

Lázaro enfermó y no es que Jesús se enteró después que Lázaro había muerto. No. Jesús se enteró que estaba enfermo, es más se enteró que le mandaron buscar. ¿Qué pensaba Jesús en ese momento que no se preocupó por ir a salvar a su amigo?, ¿qué piensa Dios con las cosas dolorosas que permite que ocurran en nuestras vidas y no hace nada para evitarlo?

Lázaro se enferma.

Jesús se entera. Y el modo en que se lo dicen no es el más común: “el que amas”, todos sabían que Jesús tenía un amor especial por Lázaro. Todos saben realmente qué tipo de relación tienes con Dios, todos saben cuánto le amas y cuánto te ama Él. Saben si lo amo de verdad, si lo mío es real o sólo palabras. Lo que hacemos y decimos cada día revela si le amamos o no.

Sigamos con nuestra película. Lázaro y sus hermanas esperan que Jesús vaya. Todos los que oyeron el aviso esperaban que Jesús fuera.

Pero Jesús no va. Decide tomarse tiempo. ¡Qué extraño modo de tratar a los amigos! Pero, ¿verdad que es igualito a lo que ocurre con nuestras vidas?

En lugar de ir, se queda dos días en esa ciudad. Se toma su tiempo. Un tiempo precioso, según la óptica de Lázaro y sus hermanas para que ocurriera un milagro. Jesús no hizo lo que todos esperaban que hiciera.

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