Florecer como un desierto. Isaías 35:1-2

El desierto de Atacama es el mas árido del mundo, sin embargo, tiene una época en que florece, y brinda uno de los espectáculos visuales mas hermosos que puedes imaginar. Desafiando a la lógica climática, el desierto cada año se transforma en medio de tiempos difíciles. Dios quiere que tengamos fe en tiempos difíciles y podamos florecer como el desierto de Atacama.

Cuando florece el desierto de Atacama

¿De dónde es este paisaje tan florido?

Una pista más.

¿Aún no lo descubres?

Es el desierto de Atacama, el desierto más seco del mundo en esta milagrosa primavera.

Florecer como un desierto. Isaías 35:1-2

El desierto de Atacama florecido

“Un gigantesco manto de flores multicolores tapiza el desierto de Atacama, el más árido del mundo en el norte de Chile, con una intensidad no vista en varias décadas, un maravilloso efecto del fenómeno de «El Niño». Sobre las inmensas laderas desérticas, florecieron miles de especies de flores de color amarillo, rojo, blanco o violeta, que han llenado de color este inmenso espacio vacío que en esta época alcanza temperaturas por sobre los 40 grados Celsius…

«Cuando uno piensa en desierto, piensa en absoluta sequedad, pero hay un ecosistema que está latente y esperando para que ciertas condiciones se produzcan», como la caída de agua, altas temperaturas y humedad, explica Céspedes…»El caso de ahora ha sido un fenómeno muy inusual, ya que debido a los aluviones de marzo, se produjo una floración especial en época de invierno, situación de la que no había registro (…) y después hubo otra floración en primavera», dice por su parte Daniel Díaz, director regional de Servicio Nacional de Turismo de la Región de Atacama.

«Dos floraciones en el año es algo muy inusual en el desierto más árido del mundo y eso es algo que hemos podido disfrutar en nuestra primavera, junto a gente de todo el mundo. Hay mucha expectativa e interés por conocerlo», agregó…” Diario “El País”, 29 de octubre de 2015.

¿Lo puedes creer?

Hay cosas que nosotros creemos que Dios hace pero las circunstancias son tan difíciles que no esperamos que las haga.

Eso descubrí el día que leí esa noticia. Creo que Dios puede hacer florecer un desierto, pero no esperaba ver las fotos que vi del desierto más seco del mundo.

La foto que más me gusta es esa en donde pusieron como estaba estos años atrás y como está ahora. Sigue siendo desierto pero su realidad ha cambiado. Eso necesitamos nosotros, que aunque vivamos en las circunstancias actuales, que Dios cambie nuestra realidad.

Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro. Isaías 35:1-2

Y lo mismo que necesitó ese desierto para florecer, necesitamos nosotros.

“…un ecosistema que está latente y esperando para que ciertas condiciones se produzcan…”

Hay problemas que parece que nunca desaparecerán. Vos y yo entendemos de eso. Hay sequías que parecen que nunca van a terminar. Y de eso entienden muy bien las semillas del desierto de Atacama que esperaron hasta este año para florecer.

Hay cosas que sólo aprendemos en los desiertos.

Hay batallas que sólo se ganan en los desiertos.

Como las semillas del desierto de Atacama que esperaron entre 18 y 30 años para florecer.

Pero, ¿por qué tenemos esos tiempos de desiertos?

Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Oseas 2:14

En el desierto aprendemos a escuchar a Dios.

Somos tan sordos a Dios. Somos tan desobedientes. Y somos tan tercos. Nos creemos tan perfectos. Nos vemos mejores que los demás. Confiamos tanto en nuestras propias fuerzas. Que Dios tiene que llevarnos paso a paso, sin que nos demos cuenta casi, a tiempos de desiertos para que volvamos a escucharle.

Lo más frustrante de todo es que sabemos lo que tendríamos que haber hecho y sabemos lo que tenemos que estar haciendo exactamente ahora, pero seguimos equivocándonos por elección. Seguimos porfiados, tercos y quejándonos de nuestros desiertos y cuando nos quejamos y nos lamentamos y vienen pensamientos que nos llenan de autocompasión, el diablo hace las de él y viene a lamernos las heridas y nos acomodamos en nuestros desiertos y seguimos sordos.

No sé cuáles son tus pensamientos de autocompasión en los que el diablo hace de las suyas en tu mente y en tu corazón, pero un pensamiento de autocompasión muy Elizabeth es “Dios se entrena conmigo para aprender a decir que no”. Y tal vez pienses mal de mí, porque a tus pensamientos de autocompasión los tienes tan asimilados, son tan tuyos, son tan unidos a la realidad que vives que no te das cuenta que son tan pecaminosos como el mío. Y Dios tiene que seguir metiéndonos en el desierto, cada vez más seco, cada vez más lejano de los oasis, para que aprendamos a escucharle a Él y dejemos de escucharnos a nosotros y al diablo.

Hay veces que no hay otra forma que el desierto para que escuchemos a Dios porque hasta que no estamos al límite nuestra voz, la voz del diablo y la voz del mundo, son las que más llenan nuestras oídos.

Mientras no estamos en los desiertos estamos muy ocupados, muy preocupados, muy rodeados de miles de ideas propias y ajenas, como para escuchar los planes de Dios.

¿Estás en un desierto? ¿Hay alguna área de la vida que no florece? Dios quiere hablar a tu corazón por eso te puso ahí.

Escuchemos a Dios. Porque en los desiertos hay dos tipos de personas y cada tipo tiene un resultado específico.

Los que no escuchan a Dios se transforman en cobardes como los diez espías de Israel y pierden su recompensa y mueren en el desierto.

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