La vida siempre nos sorprende. Siempre ocurren cosas que no nos esperábamos y nos cambian o nos complican la vida. Planeamos mil cosas y de las mil sólo algunas logramos realizar porque las circunstancias no son como esperábamos y ocurre lo que no habíamos previsto.
Las complicaciones que tenemos se deben justamente a esos imprevistos, porque si todo ocurriera como lo planeamos, no tendríamos ningún problema.
Dios nos avisa que hay sólo dos cosas seguras en nuestras vidas y que es para esas dos que debemos prepararnos. Y generalmente son las dos cosas que nunca tenemos en cuenta.
Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, Hebreos 9:27.
Excepto los que estén vivos cuando venga Jesús, todos tendremos una cita con la muerte y no vivimos preparados para eso.
Y todos tendremos también un juicio. Y no vivimos para pasar por ese juicio.
Si es complicada nuestra vida, más aún será complicado será para los que no pasen el juicio y vayan al infierno.
La vida eterna en el cielo es sólo recompensa para los hijos de Dios, y es día, ante el juicio del trono de Dios, no tendremos excusa.
La única opción de vida está en la obediencia a Dios aquí en la tierra y no hay nada que podamos hacer después para cambiar nuestro destino.
Es por eso que Dios nos llama a vivir conscientes de esas dos cosas seguras. Vamos a morir. No tenemos asegurado un día más. Hoy es el día que hizo Dios para nosotros. Hoy es el día para vivir en obediencia.
Y todos los mañana que aún no toquen para vivir, también son para vivirlos en obediencia, porque llegará el tiempo en que Dios, el juez justo, expondrá nuestras vidas en juicio y el resultado de ese dependerá de lo que hemos vivido minuto a minuto aquí.
