Luz, cámara, acción, son las tres palabras que indican que la función ha comenzado y ya no hay marcha atrás y que cada instante desarrollado frente a las cámaras, debe ser el más parecido posible al indicado por el director, para que todo salga perfecto y no se deba repetir la toma.
Todos los involucrados cuentan con que cada uno desarrolle su papel de forma perfecta y sin querer hacerse el chistoso y arruinarlo todo.
Cuando vos y yo le decimos a Dios que queremos que Él sea el Señor de nuestras vidas, Él exclama: “¡Luz, cámara, acción!” y supuestamente nosotros en ese momento le damos la autoridad para que Él se transforme en el director, en quien da todas las pautas para desarrollar la acción y nosotros los actores que ponemos lo mejor de nosotros.
Pero no somos ese tipo de actores, somos actores que supuestamente le hemos dado el control, la dirección, hemos dejado que elija el guión y lo interprete, le hemos dado la silla del director a Dios, pero esperamos que a medida que van desarrollándose las acciones, podamos convencerle de que cambie pedazos del guión a como nos gusta, ponga los actores que nosotros queremos en escena y quite los que nos molestan…
¡Tanto queremos influir que verdaderamente no nos gusta que Dios se siente en la silla del director!…
… Cuando estamos dispuestos a reconocer nuestros errores y cambiar para no cometerlos una vez más, es que el director puede hacer avanzar la película de nuestra vida, mientras tanto estamos dando vuelta en el mismo lugar y no avanzamos.
Lo peor de todo es que cuando uno de los personajes se empecina en su error, todos los personajes que están a su alrededor están un poco o muy condicionados a caer en el mismo círculo vicioso, claro que Dios no va a permitir que eternamente exista en mi vida un personaje terco que detenga el avanzar de mi historia… Dios termina quitándolos de escena y pasan a formar parte de otra película…
… Es por eso que debemos dejar que el director haga lo que quiera y como lo quiera desde que pone en marcha nuestra película y que todo lo que nosotros actuemos… tenga un personaje que cumplió con excelencia su papel…
Mi principal deseo y esperanza es no fallarle a Cristo. Espero seguir, como siempre, teniendo el valor necesario para honrar a Cristo a través de mi vida, sin importar si vivo o muero. Filipenses 1:20 (P.D.T)
Los días difíciles de nuestras vidas se hacen más largos porque no le damos todo el control a Dios, porque no tenemos el valor necesario para tomar las decisiones correctas que honren a Dios…
El autor, el director general y mínimo de cada detalle de nuestras vidas debe ser Dios. Debemos aprender a ser actores que desempeñan su papel y al hacerlo tal cual lo marca el director, somos parte de la mejor película del año y nuestra actuación merece el Óscar.
Cuando desarrollamos bien nuestro papel, somos parte de la película que se gana todos los Óscar del cielo.
Hay una película en la que aprendo que cuando el director es Dios las cosas salen bien aún cuando todo está roto.
…No lo hace feliz vernos desesperar ante sus guiones que no entendemos, pero…