Las continuas quejas de Israel.

Un corazón sin gratitud y que no acepta la voluntad de Dios, siempre producirá quejas. Eso le pasó muchas veces a Israel en su peregrinaje por el desierto.

En el año segundo, en el mes segundo, a los veinte días del mes, la nube se alzó del tabernáculo del testimonio. Y partieron los hijos de Israel del desierto de Sinaí según el orden de marcha; y se detuvo la nube en el desierto de Parán. Números 10:11-12

En los primeros meses del peregrinaje, antes de parar en el Monte Sinaí,  conocimos 5 quejas del pueblo.

La primera fue el Mar Rojo, la segunda fue las aguas amargas de Mara, la tercera extrañaban la comida de Egipto, la cuarta estaban aburridos del maná, la quinta no tenían agua en Refidim.

La sexta queja.

Las murmuraciones son producto de la amargura de nuestro corazón y la falta de aceptación de la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. Números 11:1

Si hay algo por lo que Dios mostró constantemente en el desierto su desagrado, fue por las quejas del pueblo. Las quejas siempre despertaban el castigo de Dios. Dios no ha cambiado, nuestras quejas siguen molestándole aunque no lo creamos.

Ante las quejas, Dios hizo arder los alrededores del campamento.

¿Por qué habían comenzado las quejas esta vez?

Nunca te olvides que de Egipto no sólo salieron los israelitas, con ellos salió otro montón de extranjeros que querían la libertad pero no conocían al Dios de Israel.

Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Números 11:4

Algunos eran hijos de matrimonios mixtos entre israelitas y egipcios u otras nacionalidades y otros directamente extranjeros.

Las continuas quejas de Israel

No te mezcles. Hijo de Dios se casa con hija de Dios.

Estos extranjeros querían la libertad, pero no pagar el precio, no las incomodidades que la libertad les costaría.

Hay muchos cristianos así hoy. Tienen la necesidad de lo que Dios tiene para dar pero no están dispuestos a pagar el precio de la obediencia que es necesaria para ser herederos de la promesa.

Del mismo modo que aquellos extranjeros causaron problemas en el desierto, este tipo de cristianos causan problemas a la iglesia entre los verdaderos cristianos y entre los inconversos que suelen decir: “yo soy mejor que esos cristianos”

Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; Números 11:5

¿Recuerdan cuál era la base de la comida de los esclavos en Egipto y de lo que se hartaban de comer? Pescado, lo que están pidiendo ahora en el desierto (donde es imposible pescar)

Estos extranjeros contagiaron con su queja a los israelitas y todos recordaban a Egipto como la maravilla gastronómica a la cual volver.

Lo que Dios proveía les aburría, el maná les aburría, y tenía todas las vitaminas que necesitaban. Sigue siendo así, estudiar la Biblia aburre a la mayoría de los cristianos y es donde obtenemos todas las vitaminas para atravesar las tormentas de la vida.

La séptima queja.

Moisés se había cansado de soportar al pueblo y ese cansancio despierta las quejas en Moisés.

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