Si la Biblia dice que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, ¿por qué también dice que debemos cumplir la ley de Cristo?
Pablo habla dos veces sobre «la ley de Cristo»:
Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 6:2
a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. 1 Corintios 9:21
Aunque en ningún lado de la Biblia se define específicamente a la «ley de Cristo», al estudiar la Palabra de Dios podemos concluir que con ese título Pablo se refiere a los grandes mandamientos en los cuales, dijo Jesús, que se resumía toda la ley y los profetas.
Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Marcos 12:28-33
Es así que podemos entender que la «ley de Cristo» ordena amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.
Jesús cumplió toda la ley pero nos dejó su propia ley, una que es establecida para toda la iglesia, no sólo para un pueblo o nación, una que trasciende razas y contextos sociales, una que surge de una orden, y esa orden es amar.
La «ley de Cristo» establece que no amo porque me nace y a aquellos a los cuales es fácil de amar, sino que amo a mi hermano porque Dios lo ordena y ese hermano ha Sido comprado por el mismo precio que yo y ha sido adoptado por el Padre del mismo modo que yo y ambos somos integrantes de la familia celestial que debe vivir en amor y unidad.
Cumpliendo la «ley de Cristo» estaríamos haciendo todo lo que Dios pide pues ese amor a Dios, a mí mismo y al prójimo, me lleva a no pecar contra Dios, contra mi propio cuerpo y contra mi hermano.
Y no pecamos por motivos legalistas sino porque muestra motivación es el amor.