Cuando se seca mi arroyo. 1 Reyes 17:1-2

Cuánto cuesta creer en las cosas que no podemos ver, cuanto cuesta confiar en este mundo donde la traición está a la orden del día, que difícil se nos hace cuando es tiempo de vivir no por vista sino por fe.

Cuando sólo Dios tiene la solución y es tiempo de fe

Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra. 1 Reyes 17:1-2

Cuando se seca mi arroyo. 1 Reyes 17:1-2

Cuando se seca mi arroyo. 1 Reyes 17:1-2

No se había mencionado nunca antes este hombre. No se sabe quiénes fueron sus padres. No se sabe nada de su vida anterior. Sólo de donde vino: una ciudad del otro lado del Jordán que es la única vez que se menciona en la Biblia. Nunca se avisa que este hombre se presentará ante el rey… nada se sabe. Aparece de pronto en la historia de Israel trayendo palabra de parte de Dios y anuncia una gran sequía y se lo anuncia directamente al rey. ¡Qué coraje! ¡Qué obediencia a Dios!

¿Qué hace Dios con este hombre tan enigmático y extraordinario?

Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. V.3

La gran recompensa le da Dios por hacerle caso con tanto valor: lo manda a vivir a un arroyo.

El arroyo es una corriente natural de agua con escaso caudal que en épocas de sequías puede llegar a desaparecer.

A sí que a un arroyo cuando se viene una de las más grandes sequías de la historia de Israel. Evidentemente el riesgo es que se seque el arroyo.

¿Qué esperamos nosotros de Dios cuando hacemos lo mínimo por obedecerle?

¿Cómo reaccionaríamos si la recompensa es la misma que de Elías: un arroyo con muchas probabilidades de secarse?

Y no era un arroyo para ir de campamento con un montón de comodidades y provisión de alimentos suficiente para darse un tiempito de descanso, de relax… miremos las condiciones en las que lo manda al arroyo:

Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. V.4

¡Agua del arroyo para tomar! De un arroyo con riesgo de secarse, es decir que si comienza a secarse el agüita no será muy limpia que digamos.

¡Los cuervos le traerían comida! ¿Cuervos? Si le iba a mandar comida a través de animales, ¿no tenía Dios un animalito más limpito, más lindo, más sociable, menos dañino, que un cuervo?

El cuervo come cualquier cosa, desde semillas hasta la placenta de los animales, desde carne que arranca a presas vivas hasta carroña… ese bichito feo, en ese pico sucio iba a traerle comida.

Pero, ¿qué comida?

Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. V.6

Pan y carne. No otra cosa. No era carne con acompañamientos. No era pan con manteca ni con miel…

¿Por qué Elías aceptó esto?

Porque Elías prefería la provisión de Dios a cualquier otra cosa. Tal vez en su ciudad, del otro lado del Jordán no hubiera esa seca. Tal vez en su ciudad, del otro lado del Jordán pudiera viviría mejor, comer mejor…

Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra. V.7

Dicen que el hombre puede vivir hasta 3 minutos sin oxígeno, 3 días sin agua y 3 semanas sin comida, si el tiempo sobrepasa, nos morimos.

Imaginémonos nosotros al lado del arroyo mirando como día a día se iba secando. Nuestra cabecita iría a diez mil por hora. Nuestra esperanza, día a día sería menor. Nuestro compromiso con Dios cada día sería más débil. Nuestra obediencia y servicio se iría condicionando a que Dios cumpla sus promesas en nuestras vidas…

Nosotros en el lugar de Elías comenzaríamos a planear cosas.

Viaje en el tiempo. Época de Elías. No había bolsas de nylon así que mi método de juntar agua no funcionaría.

Los más previsores de nosotros, comenzarían a hacer un pozo para sacar agua… aunque la mayoría de los pozos se secarían también…

Otros se irían a otra ciudad, o buscarían otro arroyo…

Otros comenzarían: “Bueno, Dios dijo que mientras yo no diga que va a llover, no iba a llover, así que ahora voy a declarar que llueva porque el poder está en mi boca”…

Debió pensar muchas cosas, debió tener muchas ideas, debió tener mucho miedo…

Nosotros desde lejos, mirando a alguien en un arroyo que se le está secando, comenzaríamos a murmurar contra el infeliz que está viendo como se seca su arroyo y no hace nada. Criticaríamos su falta de acción, su falta de fe…

¡Y si viviéramos en la misma época de Elías, le estaríamos rajando el cuero también!

Y Elías no era muy diferente a nosotros:

Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras… Santiago 5:17

Pero por lo que se ve, era un hombre que prefería morirse de sed antes que desobedecer a Dios. Dios le dijo que estuviera ahí y que ahí iba a proveer para él, y Elías se quedó.

Muy pocos nos quedaríamos, como Elías, al lado del arroyo que se secó sirviendo a Dios, sujetos a su voz, confiando que Dios sabrá cómo solucionar nuestros problemas del mismo modo que nos mandó sustento en el pico de cuervos, que los cuervos no se comieron en ninguno de los viajes nuestra comida y que llegaron siempre a la hora señalada por Dios.

Yo no sé cuál es el arroyo que ves que se seca en tu vida. Tal vez sea tu familia.

Tal vez sea tu trabajo.

Tal vez sea tu salud.

Tal vez sea tu futuro… sea cuál sea el arroyo, o los arroyos que se nos están secando, si hasta ahí hemos llegado obedeciendo a Dios y le seguimos obedeciendo mientras veíamos como se secaba, el que dará la solución será Él. Él es el responsable de nuestras vidas cuando le estamos obedeciendo.

Elías sabía que Dios era el responsable de su vida. Hasta allí había llegado en obediencia y allí seguía por obediencia.

Y es sorprendente que la primera salida que le da Dios a Elías, aún no es la de gran bendición.

Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. v.12

Cuando se secó por completo el arroyo, Dios le dijo que quien le iba a dar comida era una viuda. Y resulta que esa viuda tenía un hijo y harina y aceite sólo para un pan.

Elías le dijo: No tengas temor… Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Vv.13-14

Y para qué contarte que las malas siguieron mientras comían de aquella harina y aquel aceite que no se acababa… hasta el hijo de la viuda se murió… en tu casa lee el capítulo entero.

La seca era tan grande que ni para los animales del rey había pasto ya.

Dijo, pues, Acab a Abdías: Ve por el país a todas las fuentes de aguas, y a todos los arroyos, a ver si acaso hallaremos hierba con que conservemos la vida a los caballos y a las mulas, para que no nos quedemos sin bestias. 1 Reyes 18:5

Y como Dios quería seguir complicando a Elías, el que estaba sufriendo la sequía de su arroyo casi más que nadie, le mandó una más difícil aún.

Nosotros diríamos: “Aflojale un poquito Dios”
Seguir leyendo…

Comparte este mensaje